¿Es deseable la paz?
Como es la tónica de todos nuestros ‘tastets’, se formula
una pregunta de manera que su respuesta sea obvia: ¡claro que es deseable la
paz!, dirá cualquiera que tenga sentido común o que por lo menos sea consciente
de lo conviene a todos.
Comenzamos hablando sobre aquello o que nos evoca la palabra
paz, buscamos sinónimos entre los cuales hallamos tranquilidad, convivencia, no
violencia, respeto. Así pudimos debatir entre estar en paz con uno mismo, busca
la paz interior y promover la paz y la armonía para todos. Esto alzó la
pregunta de si acaso somos egoístas por desear nuestra tranquilidad por encima
de la de los demás.
Evidentemente no hay contradicciones entre una cosa y otra,
pero la inquietud que supone vivir en un mundo convulso estando nosotros
tranquilos parece que no concuerda con el deseo de una paz universal, y fue así
que formulé la pregunta sobre esta posibilidad y cómo esta pregunta no era
original sino que había toda una historia de los conceptos de la cual apenas
hice un pequeño esbozo.
Comencé entonces por aquella definición de Cicerón ( 106 a.
C.-a 43 a. C.) que rezaba que la paz era “tranquilla libertas", ¿qué quiere decir una libertad tranquila? Estuvimos
especulando sobre este asunto porque sugería la armonía entre nosotros y el
mundo. No obstante, este concepto podía resultar bastante cómodo para explicar que
la paz es deseable, en tanto todos podemos ser parte de ella y procurarla para
los demás en un ámbito de libertad, sugerí la idea de Thomas Hobbes (1588-1679)
que piensa que los seres humanos viven en la naturaleza en un estado “Bellum
omnium contra omnes” (guerra de todos contra todos) , porque todos los hombres
son libres. Por eso, para garantizar la subsistencia se someten a un soberano
que propicia la paz mediante el ejercicio de la autoridad que le es concebida o
para entenderlo mejor, mediante la amenaza de guerra si no se obedece el
acuerdo. La idea de fondo es que el ser
humano no es un ser pacífico por naturaleza y que puede no desear la paz.
Fue así que propuse otro pensador, clásico como Jean-Jacques
Rousseau (1712-1778) que al contraponer
al el hombre natural con el hombre histórico, plantea que el primero es
bondadoso y el segundo vil y egoísta. El primero, es un ser bueno y feliz, sin
preocupaciones y sin industria, sin lenguaje y sin hogar, ajeno a toda guerra y
toda atadura y que se mueve por dos impulsos básicos: el amor a sí mismo y la
compasión. Y como es un ser inocente no hay separación entre lo que es y lo que
parece. El hombre primitivo vive en paz y armonía con la naturaleza, mientras
que el hombre histórico se convierte en un ser vil, egoísta y lleno de odio,
que al no poder mostrar públicamente su degeneración se inventa la educación
para enmascararse y adquirir riqueza y poder. En este caso la paz viene dada
por la presencia de un contrato social que pueda reproducir el estado de la
naturaleza a través de la educación para que el hombre consolide su bondad
natural.
Llegados a este punto, volvimos sobre el asunto del egoísmo,
buscamos ejemplos de la vida cotidiana tanto privada como pública y concluimos,
al menos parcialmente sobre la necesidad de construir una cultura de paz, para
ello recordamos la correspondencia entre Einstein y Freud que os dejo como
lectura.
El Porqué de la Guerra (correspondencia entre Einstein y Freud (click aquí para leer)
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