Acoger o mi casa es tu casa.
“ Cuanto se puede afirmar es que lo novedoso se torna
fácilmente espantoso y siniestro; pero sólo algunas cosas novedosas son
espantosas; de ningún modo lo son todas. Es menester que a lo nuevo y
desacostumbrado se agregue algo para convertirlo en siniestro. “
S. Freud, Lo siniestro.
Cuando veo las
imágenes de los refugiados algo por dentro se me descompone. Pero, visto a
través del plasma este incidente requiere de una respuesta adaptada a nuestras particulares circunstancias
vitales.
Las catástrofes humanitarias se
han sucedido a lo largo de la historia, desplazados por todos los continentes
a causa de todas las guerras y
hambrunas han dado vida a miles de personas que somos fruto del mestizaje más increíble. Y
visto así, no cabría siquiera sentarse a escribir sobre el asunto. En otras
épocas la cosa habría sido tan natural como cruel. A América llegaron
muchísimos inmigrantes provenientes de Europa obligados por la primera y la segunda guerra mundial, la guerra civil española, el conflicto del
Sahara, el hambre, la miseria, el miedo a perder la vida. Y las sociedades
respondían como se ha respondido siempre: con rechazo. Nadie quiere ser
molestado en su casa ni siquiera por los invitados. En América el forastero
también era discriminado por blanco, por incomprensible. Al final muchos se
adaptaron al nuevo medio, aprendieron las costumbres de las gentes o hicieron
sus ghettos, tanto da. Lo que si es cierto, que aunque generosos, ninguno
quería al rarito en casa.
Me explico, la sociedad que hasta
hace poco rechazaba a los recién llegados, ahora ¿esa misma sociedad los quiere
acoger? ¿y esto cómo se hace? Yo sé
cómo, se nos obligará a sacar nuestros mejores sentimientos a la superficie y a
gritar a viva voz que estamos dispuestos, ¿a qué? Estamos dispuestos a manifestarnos, a dar
dinero por la causa, a ser voluntarios para atender a quien lo necesite. Pero,
¿estamos dispuestos a tratarlos con absoluta normalidad, a acogerlos de verdad?
¿Les daremos trabajo, toleraremos sus costumbres, no les pediremos papeles de
normalización y largas colas para ser como uno de los nuestros y en medio del
trámite se sientan más discriminados si cabe? Y mientras nos esforzamos en hacerlo bien,
¿qué les diremos a nuestros ya discriminados inmigrantes a quienes sólo les
damos trabajos de tercera, a aquellos a quienes les exigimos hasta el
agotamiento homologar sus títulos y conocimientos y cuya educación y costumbres despreciamos a
fin de proteger a los nuestros? ¿Cómo trataremos a nuestros propios jóvenes y
prejubilados desempleados a quienes sólo le ofrecemos las migajas de una
jornada y sobreexplotamos con la excusa
de que eso es lo mejor que les podemos dar? ¿Y qué les diremos a los ancianos,
los dependientes, los desempleados, las víctimas de los recortes sociales de
todo tipo?
Les diremos que no se preocupen,
que para quedar bien les traemos a estos refugiados y así lavaremos nuestras
conciencias porque vosotros ya no nos importáis.
Ayudaos no da rédito social, no nos hace ser mejor sociedad, porque vosotros en
verdad sois un lastre para nuestra generosidad, ¡Os habéis acostumbrado a
nuestra tolerancia!
Y aunque suene feo y antipático,
esto es lo que hay. Cabe pensar en soluciones, cabe redimensionar nuestra
generosidad y atender con responsabilidad lo que nos toca.
Hace unos días vi uno de los
campos de refugiados en Hamburgo. Estaba en medio de un descampado, en la zona
de la HafenCity. Desde allí se veía el edificio de la Filarmónica. Alrededor se
construyen edificios de alto standing. No pasa ningún tipo de trasporte, no
está urbanizado, sólo las calles, no hay aceras. Ese día hacía frío y viento. Una
figura masculina desdibujada vestida a la usanza musulmana caminaba por aquel
descampado con un niño y todo estaba tan lejos que no sabría decir si iban o
venían.
Y pensé: queremos acogerte pero lejos
de nosotros, que no nos molestes y no te quejes. Queremos acogerte pero
sospechamos de ti. Te hemos hecho unos bonitos contenedores de colorines
rodeados por una hermosa reja para protegerte de los nuestros. Queremos que
estés a salvo pero que no estés cómodo.
Umheimlich es el término en
alemán para designar lo no familiar, lo extraño que nos asusta. Quizá todo esto
es demasiado umheimlich para dejarlo pasar... extraño, irónico y desalmado. Y a
mí me asusta esta oscura generosidad.
Comentarios
Publicar un comentario
Me interesa lo que piensas, dilo..