Mi vida por un 'like'
Un robot no hará daño a un ser humano o,
por inacción, permitir que un humano sufra
daño.
Isaac
Asimov
Es normal hoy en día escuchar a otro hablar de sus amigos de Facebook,
o mantenerse en contacto con un conocido via mail o por whatsapp. Es incluso
normal que dos personas se vayan conociendo sin mantener siquiera un
contacto físico de ningún tipo y que encuentren entre ellas similitudes,
complicidades, afinidades.
Hace mucho tiempo esto sucedía con el teléfono, de pronto alguno
conocía a otro por error, sea porque llamó a un lugar equivocado y esa persona le
pareció simpática llegaban incluso a conocerse físicamente después de muchas
conversas telefónicas. Supe de un caso en que eso sucedió así, él estaba en
Roma y ella en Caracas. Ella esperaba ilusionada esa llamada y él igual. Dicen
los más allegados que se conocieron y que resultó amor a primera vista, corrían
los años ochenta.
Estas situaciones me hacen pensar en qué medida hoy
somos amigos de alguien y más allá de la crítica a los nuevos medios de
comunicación que algunos acusan de banales, otros de absurdos, los menos de
prescindibles, los más como una consecuencia del progreso, quizá haya que
detenerse un rato y pensar hasta qué punto la idea de amistad está siendo
moldeada por la instantaneidad de éstos.
Cuando escribo esta columna, sé que muchos de mis amigos -que me conocen-
la esperan como quien ha quedado a tomar un café. Ellos me responden por muchas
vías, y la que más me gusta sigue siendo la de la llamada o la presencial. Me
doy cuenta que nada podrá sustituir la voz humana y que el compartir las ideas
es siempre un juego entre dos. Otras veces aparece el comentario del blog o del facebook, pero sé que allí ya no está el tú a tú sino un punto de partida para invitar a los demás a pensar juntos.
Pero, hay un pasaje perverso en todo esto. Y es cuando se irrespeta la
primera ley de la robótica enunciada por Asimov en 1942 en un relato llamado Runaround. Los medios son los que son
pero no debemos olvidar que como seres humanos poseemos unas capacidades más
complejas que aquellas que requieren éstos para nuestra mínima comunicación. Lo
digo de modo más sencillo, es imprescindible tener en cuenta la existencia del
malentendido como parte de la comunicación humana. Si estos nuevos canales de
comunicación fueran robots no permitirían que nos hiciéramos daño a través de
ellos. Quizá detectarían aquel momento en el cual ya no cabe escribir
insistiendo en el mismo tema con las mismas formas y olvidando de este modo el hecho de que
somos capaces de hablar de viva voz con el otro.
Continuar el diálogo escuchando la voz del otro, sintiendo que podemos
interrumpirnos, acotarnos, malinterpretarnos y, en tiempo real, preguntar qué
te pasa, qué hay detrás de tus preguntas y de tu preocupación, creo que es el
fin último de todos estos adelantos, es la manera cómo deberíamos dejar que
estos canales funcionen. Y, hecho esto, saber que hay diálogos que son privados
y otros que merecen ser públicos. Hay historias que se escribieron a dos manos
entre grandes amigos que intercambiaban epístolas y que eran incapaces de
darlas a conocer mientras el intercambio se desarrollaba.
Mimar a los amigos con un me gusta, responder un mail con un gracias, o
decir por whatsapp mejor te llamo es prolongar al modo humano los que empezó al
modo robótico.: con una aplicación, un emoticono, un me gusta, un darse de alta.
Pienso que nunca hemos perder de
vista al ser humano que tenemos detrás de la pantalla, porque es nuestro deber
cuidarnos y atendernos, y no dejar nunca de las manos de un teclado lo que
nuestra propia voz puede y tiene que solucionar. Decía Nietzsche que las
palabras más silenciosas son las que traen la tempestad, no lo olvidemos al escribir una entrada en un foro, un
comentario de un blog o en un grupo de whatsapp. Si hubiera un robot detrás de esto no permitiría que nos hiciéramos daño.
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