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Déjalo que hable solo II

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Sigo   el hilo de la recomendación que llamó mi atención hace unas o dos semanas, la de no escuchar al otro con sus quejas, temores, tristezas e historias desastrosas y me viene a la mente otra historia. Hace muchos años conocí a una persona mayor cuya conversación giraba en torno a la queja: se quejaba del dolor que padecía, ello la conducía a pensar que la vida no valía la pena y en consecuencia era la justificación para su situación económica que calificaba de miseria . Estas quejas examinadas una a una daban como resultado que objetivamente lo único real era el dolor debido a un padecimiento propio de su edad. Era mi decisión escucharla o no y pude no haberle prestado atención si hubiera pensado que ese discurso estaba dirigido a manipularme o hacerme sentir mal (o sea a echar su basura en mí). No obstante decidí escucharla porque se trataba de un ser cuya característica esencial es la misma para todos: estamos hechos de palabras. ¿Qué quería expresar a través de sus quejas

Déjalo que hable solo

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Esta mañana me llamó la atención en el facebook una especie de decálogo que vi   en el muro de un amigo. La primera máxima decía: “ Deja ir a personas que sólo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente .”   La imagen que me viene a la cabeza es la de alguien muy metido en la búsqueda de su paz espiritual, una de esas personas que viven individualmente su felicidad, su luz, su serenidad. ¡Qué bueno –pienso− aún hay gente así! Fue entonces cuando la imagen del otro vino a mi mente. ¿Qué pasa con los que no pensamos así, con los que estamos sumidos en la miseria de la existencia cotidiana? Los que aún lloramos y nos afligimos porque nos sentimos solos, confusos y ¡afligidos! Pensé en todas las ocasiones en las que alguien ha venido a echar su basura en mi mente , y contrariamente a lo que quería la autora de esta frase, me sentí bien, tranquila y

De Cachicamos, musiués y héroes

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Yo siempre pensé que si la gente abandonaba su país se convertía automáticamente en extranjero, por lo menos eso es lo que enseñaron desde muy pequeña. En la Venezuela de entonces se llamaban a esos extranjeros ‘musiú’, y pese a que esta expresión tenía un deje despectivo, esos ‘musiús’ eran la voz criolla para ‘monsieur’, o por lo menos eso dicen los entendidos. Supongo que su origen se remontará al mandato afrancesado de Guzmán Blanco, ¡vaya usted a saber! La cosa es que ser extranjero en Venezuela formaba parte de la identidad social, pues una sociedad mestiza reconoce en su sangre a la sangre del otro. Y como prueba basta preguntar a todo recién llegado a nuestra tierra si entiende porqué en toda familia venezolana tenemos al negro, al catire y al chino nombres cariñosos que entrañan el fenómeno del salto atrás.   Parece que esto ha pasado a formar parte de otro capítulo en la historia social venezolana. Desde la distancia aprecio que ser ‘musiú’ para muchos es sin