Vivir sin Filosofía
Un mundo sin filosofía es
inconcebible por antinatural. Una de las primeras actividades complejas y
gratificantes que aprendió el ser humano después de la religión y el arte, fue la filosofía. Y aunque
se crea que esto no era importante para nuestra especie, el hecho de poder
reflexionar, pensar en posibilidades imposibles y remotas provocó un milagro:
ya no se ocuparía sólo de cosas inmediatas sino que también probaría la
sensación del largo plazo, de lo que no se podía alcanzar ahora pero que a
fuerza de un trazo seguro sobre el futuro podía dibujar la esperanza.
Dicho esto, vivir sin filosofía
implica vivir en el presente absoluto, cosa que se ha puesto de moda a partir
de una malísima interpretación del ‘vive el presente’, ‘vive el día a día’.
Dejar todo lo que puedo querer
por lo ya querido es un acto antinatural porque nadie puede volver al pasado. Podemos,
si, tener nostalgia, imaginar qué habría
pasado si... y la experiencia dice en todos los casos que por una razón u
otra preferimos este presente. De
allí deriva el malentendido de vivir el presente, el día a día. Como seres
proyectados al futuro no podemos evitar vivir con él. La filosofía nos enseñó a
no torturarnos con este pensamiento torturante, nos aconsejó la prudencia.
Esta cualidad tan poco valorada
hoy en día es justamente la que evidencia el malentendido. En una sociedad que aúpa
la audacia y aconseja el vivir el
presente, la prudencia es una cualidad pasada de moda sólo reservada a los
viejos, miedicas, y pusilánimes. Vivir con prudencia es un acto de
conservadores, de gente poco atrevida, de aquellos que no apuestan. Por
supuesto, todo esto es una mala interpretación y recepción del concepto prudencia.
La prudencia que es la traducción
de phrónesis [en griego], es la
condición a través de la cual el hombre no sólo es capaz de aplicar su conocimiento
a una situación actual sino que esto requiere a la vez una visión clara sobre
el significado y consecuencias futuras de esa aplicación. Ser sabio significa
ser prudente. No significa aprender a vivir en el presente, o en la inmediatez.
El sabio es un ser reflexivo. El
filósofo, que no es otra cosa que un amigo
de la sabiduría, es un personaje que conoce los beneficios de ésta y va en
su búsqueda, es por ello capaz de desmantelar los argumentos engañosos que conllevan
a la infelicidad.
Vivir sin filosofía es vivir sin
la opción de alcanzar la felicidad, es vivir en el engaño de las filosofías del
pret â porter. Es no poder entender
nuestro pasado y tratarlo sólo desde la nostalgia, despreciar el futuro bajo la
consigna de que no vale la pena ocuparse de lo que no ha sucedido y vivir mal
el presente gastando todas nuestras fuerzas en una vida que pronto habrá sido y
otra que pudo haber sido.
La filosofía nos ofreció por ello
la opción de situarnos en el tiempo como seres vivos, cambiantes, inseguros.
Necesitados a veces de vernos en el espejo del pasado y revisitarlo para saber
lo que sucedió allí. Somos al mismo tiempo aquellos que visionamos el futuro
para lanzarnos a su caza y captura en medio del presente que, como si se
tratara de una balanza cósmica, nos indica que en esa confluencia de aguas
turbulentas la mayoría de las veces creeremos naufragar pero constataremos que
ese es el vaivén de la vida que nos muestra vivos.
Es quizá por esto que muchos han
optado por pronunciarse a favor de vivir
el presente, pues éste supone una muy complicada situación que comprender y
una gran responsabilidad con nosotros mismos.
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